Article and photo below were published by La Prensa. I can remember as a child admiring his paintings, photos, and architecture - an early and significant influence in my life for selecting engineering as a career and my love for creativity and urbanism. It was always a pleasant moment to encounter Juan Carlos visiting Lucila "la madrina" when I was living at "el castillo." He was always nicely dressed with a predominantly brown color, a pleasant smile, and kind tone of voice.
So glad to hear about him and the success he has had in doing what he loves.
Juan Carlos Calderón, 50 años de arquitecto
“La Paz es una ciudad estancada arquitectónicamente”
En un mercado de pulgas de México halló hace ya mucho tiempo una imagen plana de plástico de Frank Lloyd Wright, en un tapete de cachivaches en el suelo. De inmediato su mente lo devolvió a la década de 1940, cuando a sus ocho años su padre le había mostrado un artículo de la revista Readers Digest sobre el gran arquitecto estadounidense. “Siempre supe que sería arquitecto, hago diseños, trazos y dibujos desde que tengo memoria”. La nota estaba acompañada por la misma imagen de Wright, risueño y gesticulante de aquel mercado, tal como se lo ve ahora, casi 70 años después, en un anaquel de su biblioteca.
Desde su estudio en el séptimo piso de un edificio de Sopocachi, zona céntrica y tradicional en la que Juan Carlos Calderón vivió gran parte de su vida, se ven en perspectiva decenas de edificios y casas que forman ese “collage arquitectónico” que es la sede del Gobierno, ciudad que tanto ama, que tanto lo conmueve y a la que ve “trancada” en el siglo XIX debido a un extremo conservadurismo en sus edificaciones.
Considerado el mejor arquitecto boliviano de las últimas décadas, recién cumplidos sus 75 años, Calderón se mantiene en constante actividad y en su escritorio se aprecia una media docena de planos con trazos y ejercicios. “Un buen profesional de la arquitectura nunca olvida el lápiz, más allá de las facilidades de la tecnología”.
Apasionado al hablar de su arte, y con una especial emoción por la conjunción de fechas —este 2008 celebra 50 años de carrera y 35 de su retorno al país— el responsable de monumentales construcciones, como el Palacio de Comunicaciones, los edificios de la Corporación Andina de Fomento (CAF), Hansa, Alianza Francesa y Entel, entre tantos otros, hace un recuento de medio siglo de labor, lamenta algunos “crímenes contra el sentido común”, que según él se cometieron al diseñar algunas obras urbanísticas en el centro paceño, y comenta los secretos y evoluciones del oficio que Leonardo Da Vinci llamó la madre de todas las artes.
—Su próxima exposición artística se llamará “35, 50, 70”, por una afortunada coincidencia de números redondos.
—Así es, pero antes tendré otra muestra pequeña que se inaugurará este miércoles 30 en la galería de la CAF, allí mostraremos láminas y planos sobre el proceso de diseño de este edificio que lo trabajamos entre 2004 y 2007.
La otra muestra, que se inaugura el 12 de febrero en la Alianza Francesa, es una retrospectiva que se basa en el hecho de que hace poco cumplí 75 años de vida, estoy cumpliendo 50 años de ejercer la arquitectura y 35 desde que regresé a Bolivia. Vine desde Estados Unidos en 1972, para terminar la casa de unos parientes y me quedé porque me salieron dos proyectos, los edificios de Entel de La Paz y Oruro.
Habrá además mesas redondas y charlas con varios colegas, y se mostrarán maquetas, fotografías, láminas y planos de tantos años de trabajo.
— Mirando hacia atrás, ¿cuáles son sus sensaciones, después de tantos años de labor?
—Antes que nada, siento que la vida pasa muy rápido (ríe), pero además estoy satisfecho por haber logrado algo y, sobre todo, por haberlo hecho en Bolivia, porque acá los arquitectos ganamos muy poco si es que no ponemos una empresa constructora.
Si me quedaba en EEUU, seguro tendría cuatro o cinco casas, pero sería un hombre frustrado. Si regresé a Bolivia —y de ello no me arrepiento— es porque en este país todavía hay humanismo en todas las áreas, algo difícil de hallar en el primer mundo, donde todo, hasta los hombres, está robotizado.
—¿Hay algún proyecto en especial que no haya podido realizar?
—Siempre me quedaría la espina por no haber podido terminar el Museo de las Artes Populares en Laikakota. Por falta de financiamiento y de condiciones, sólo se hizo el Kusillo, que es la quinta parte del plano original. Creo que hubiese sido un hito para La Paz.
—¿Y los planes para el futuro? Porque aún se le nota mucha energía.
—Por ahora estoy diseñando dos casas particulares, pero lo que más me entusiasma es un nuevo edificio prefectural en Tarija, que creo que puede ser algo muy especial.
—¿Cómo concibe a la arquitectura?
—Es el arte de organizar el espacio, es la expresión mayor de cada cultura y civilización. Te voy a contar mi filosofía sobre la arquitectura, que no varió en todos estos 50 años: un buen profesional debe organizar los espacios físico (funcionalidad), psicológico (que el edificio te haga sentir bien) y espiritual (que trascienda).
— ¿Cómo cambió este arte en estas últimas cinco décadas?
—Se incluyó en varias filosofías del pensamiento moderno. Desde el funcionalismo hasta el high tech, o alta tecnología, que se basa en las posibilidades de la computadora, pasando por el organicismo planteado por Frank Lloyd Wrigth, que es mi mayor referente; el estilo internacional, y luego una serie de ismos que son modas pasajeras y poco consistentes.
Indudablemente, el desarrollo de la tecnología y la ingeniería son importantes, pero no esenciales, porque la arquitectura debe ser atemporal, más allá de lo que pueda reflejarse por las posibilidades que dan las computadoras. El tiempo es el mejor juez de la arquitectura. Si una obra sigue vigente 30, 40 o 50 años después, es porque realmente vale.
—A propósito, ¿cómo se imagina a La Paz en el futuro?
—Depende del criterio de nuestros próximos alcaldes. Ojalá no se repitan algunos desaciertos, como la destrucción de San Francisco, que para mí es uno de los grandes crímenes de los últimos tiempos. El corazón de La Paz no pudo haber sido afectado de peor manera que con esa enorme pasarela, y el mercado Lanza, que se comerá media plaza de los Héroes.
La Paz tiene todo para ser una urbe hermosa, pero siempre y cuando se respete su naturaleza, su columna vertebral que empieza precisamente en San Francisco y continúa por el Obelisco, los monumentos a Bolívar, Colón y Sucre. La plaza Isabel la Católica, la estatua de Confucio en San Jorge, la Loba de Obrajes, Artigas en la Ballivián y, al final, la gasolinera donde acaba esta avenida en la zona Sur.
Si no se sigue esta secuencia lógica, la ciudad seguirá siendo un collage de construcciones caóticas. Y ojo que la arquitectura en La Paz está estancada en el siglo XIX, debido a la inseguridad de la gente que no se anima a modernizarse, que prefiere estilos barrocos o republicanos que en teoría dan estatus.
—Volviendo nuevamente a su arte, ¿cómo trabaja en un proyecto arquitectónico, desde su concepción?
—Generalmente, primero me hacen un requerimiento, y cuando ya sé a qué apuntar, empiezo a organizar los espacios, como ya conté antes. Luego empieza la etapa de los dibujos a escala, y siempre en base a rectángulos, pues así es como esbozo los diseños.
Una vez que digiero visualmente el proyecto, lo asumo mentalmente y luego de pulir los detalles en relación con tamaños, orientaciones y todo lo ligado al terreno, entonces viene la imaginación.
—¿Cuáles de sus trabajos le son más entrañables?
—Humm… Eso es como preguntar “¿cuál es tu hijo preferido?” (Ríe.) Estoy muy satisfecho con el edificio Hansa y con el Palacio de las Comunicaciones. El primero porque está en una inmejorable ubicación, es esbelto, lúcido y expresa muy bien mi filosofía arquitectónica; el otro porque creo que fue un gran acierto en no haber hecho la mole de tantos pisos a la altura de la acera, pues habría opacado al Obelisco.
—¿Cuáles son sus referentes en el oficio?
—Nadie más que Wright. Pero hablando de los grandes arquitectos, en Bolivia hay y hubo varios: Antonio Camponovo, quien salvó la Catedral de La Paz cuando a principios del siglo XX un cura jesuita quería volverla en estilo neogótico; la gran estrella de las primeras décadas del siglo pasado fue Emilio Villanueva, y debo mencionar además a Adán Sánchez, quien hizo el Palacio de Justicia, y Luis Perrín, quien hizo la Facultad de Medicina.
—¿Cómo es Juan Carlos Calderón hombre?
—Soy tremendamente solitario. Tengo una muy buena vida interior y no me aburro conmigo mismo, y creo que ése es uno de los grandes secretos de la vida. Estoy convencido de que todo se debe a que amo lo que hago, porque, para vivir bien, la profesión y el hobby deben ser la misma cosa.
Perfil
Nació en La Paz en 1932. Estudió arquitectura en Estados Unidos, en la Universidad de Oklahoma. Allí trabajó de 1958 a 1972 con varios asociados, entre ellos Jack Nusbaum & Associates. Entre sus obras se destacan el edificio Hansa, el Palacio de Comunicaciones, el hotel Plaza, los edificios Illimani I y II, el edificio de USAID, Entel Oruro y La Paz, Soboce, Gisbert, el Museo de Niños Kusillo, la Alianza Francesa en La Paz, El Puente en Tarija y el edificio de la Corporación Andina de Fomento.
Ha enseñado en universidades de Estados Unidos y Bolivia. Ha escrito ampliamente sobre el tema urbano y su obra ha sido publicada en varios países. Obtuvo varios premios, como Catedrático del Año en la Facultad de Arquitectura de La Florida A&M University en Tallahassee, Florida (1986-1988); la Gran Orden de la Educación Boliviana (1990); Mención Especial por toda la Obra, con el Premio Gabriela Mistral de la OEA (1991); Medalla de Oro del Colegio de Arquitectos de Bolivia (1995) y en 2005 recibió el Premio Nacional de Cultura.
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