Las tres Venezuelas de Miguel Otero Silva
Rajatabla estrena, el viernes en el Ateneo, "Cuando quiero llorar no lloro"
Gabriel Agüero, al centro, es Victorino Perdomo, el representante de una clase media mermada (Nicola Rocco)
La pieza es llevada a escena por Rajatabla, agrupación que completa una cuatrilogía del autor: La primera fue Fiebre (1973), luego Casas Muertas (1987) y finalmente, Oficina Número 1 (1992), todas dirigidas por el inigualable Carlos Giménez.
En esta ocasión, José "Pepe" Domínguez corrió con la responsabilidad de adaptar y dirigir una producción que contempla más de 70 personas en escena.
Como en el libro, la obra inicia con el "Prólogo cristiano con abominables interrupciones de un emperador romano", que narra las historias de cuatro hermanos cristianos en el siglo IV y que culmina con auténticas noticias de la prensa de 1948. Entre el 8 de noviembre de aquel año y el mismo día de 1966 transcurren las vidas de tres personajes que tienen el mismo nombre, Victorino, y el mismo destino, pero que representan a tres Venezuelas: la de la marginalidad, la de la clase media y la de la llamada high.
Abilio Torres es Victorino Pérez; Gabriel Agüero es Victorino Perdomo; y Elvis Chaveinte, Victorino Peralta. Los jóvenes actores están acompañados por veteranos como Francisco Alfaro, Pedro Pineda, Gerardo Luongo, Gonzalo J. Camacho y Simona Chirinos, entre otros, así como por estudiantes del Taller Nacional de Teatro.
Domínguez dispone sobre el escenario de la Anna Julia Rojas del Ateneo de Caracas tres dispositivos móviles que se van adaptando a cada una de las tres historias y situaciones. Al fondo, tres cicloramas que aprovecha para crear planos y nutrir las historias a través de la proyección de siluetas.
La música en vivo sirve para acompañar los bailes y canciones que se planteó Domínguez, así como para crear atmósferas sonoras.
El director admite que la puesta no es fácil, y la cataloga como "arriesgada y dura". "Pero la función de Rajatabla no es ser gratificante, sino que llegue con un mensaje".
A juzgar por el ensayo general, la idea es buena, ambiciosa, mas no por ello bien acabada. El nivel de las actuaciones en general resulta regular; los bailes en colectivo no están sincronizados, al igual que los cantos. El tiempo atenta contra la puesta, con dos actos, uno de casi dos horas, y el final de 30 minutos.
No obstante, vale la pena pasearse por alguna de las funciones porque el texto bien vale la pena retomarlo; se trata de uno de los grupos más importantes de Venezuela y del cierre de una etapa del Ateneo de Caracas. De miércoles a sábados, a las 7:30 pm; domingos, 6:00 pm. arg
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